martes, 22 de mayo de 2012

72

Estaba sentado como todos los atardeceres en la proa de su pequeño barco, el mar estaba tranquilo y el cielo despejado, era como un día de verano en su antigua villa. El sol se estaba escondiendo ya por el horizonte y el cielo de un color rojizo, como diciendo adiós a un nuevo día se despedía de él . No sabía muy bien en que pensaba si en lo que se había dejado atrás en lo que  le depararía el futuro,  si aquel rojo le recordaba a su última tarta de cumpleaños o a su camiseta preferida. Daba igual ya,  daba igual que su vida no tuviera un sentido ni que su camiseta fuera ridícula. Porque en aquel instante se encontró a si mismo y se dio cuenta que no podía ser más feliz .

 


Pablo Neruda